La
competencia socioemocional: Análisis de percepciones parentales[1]
Socio-emotional Competence: Analysis of Parental
Perceptions
Verónica
Sierra-Sánchez
Universidad de Zaragoza, España
Ana Rodríguez-Martínez
Universidad de Zaragoza, España
María Pilar
Alejandra Cortés-Pascual
Universidad de Zaragoza, España
Ingreso: 1 de abril de
2021.
Aceptación: 4 de octubre
de 2021.
Cómo citar: Sierra-Sánchez, V., Rodríguez-Martínez, A., y Cortés-Pascual, M. P. A. (2022). La competencia socioemocional: Análisis de percepciones parentales. Revista Internacional de Educación Emocional y Bienestar, 2(1). https://rieeb.ibero.mx/index.php/rieeb/article/view/29
Resumen
Las emociones son necesarias en nuestra vida,
son las que nos proporcionan información de nuestro estado y aspectos
relacionados con nosotros mismos y nuestro entorno. En las últimas décadas, ha
cobrado gran importancia el desarrollo de las competencias socioemocionales
desde los primeros años de vida, alzándose como un claro indicador de su
contribución al desarrollo integral del individuo, capacitándolo para
desenvolverse en la sociedad actual. El objetivo de este estudio es conocer y
analizar la competencia emocional y social del alumnado en educación infantil y
los primeros cursos de educación primaria desde la percepción de sus familias. Para
ello, se implementó una metodología de corte descriptivo-transversal a través
de la cumplimentación de un cuestionario específico por parte de 54 familias
del alumnado objetivo. En términos generales, los resultados obtenidos muestran
que el alumnado participante en este estudio tiene adquirido un buen nivel de
desarrollo socioemocional ajustado a su edad. A estos efectos, se evidencia que
la relevancia otorgada al desarrollo de las competencias socioemocionales,
tanto en el contexto escolar como familiar, contribuye a alcanzar un buen desarrollo
de las mismas en el alumnado de estas etapas.
Palabras
clave: inteligencia emocional, competencia
social, familias, percepciones
Abstract
Emotions are necessary for our life. They
provide us with information about our state and aspects related to ourselves
and our environment. In recent decades, the development of socio-emotional
competencies has gained high importance from the first years of life, standing
as a clear indicator of the contribution of the integral development of the
individual and enabling him to function in today's society. The objective of
this study is to know and analyze the emotional and social competence of
students in early childhood education and the first years of primary education
according to their families' perceptions. We implemented a
descriptive-cross-sectional methodology by applying a specific questionnaire to
54 families of the target population. In general terms, the results obtained
show that the students participating in this study have acquired a good level
of socio-emotional development adjusted to their age. In this sense, it is
apparent that the importance given to the development of socio-emotional
competencies --both in the school and family context--, is a contributing
factor to their developing well in the children of these stages.
Keywords: emotional
intelligence, social competence, families, perceptions
Las emociones forman parte de nuestra personalidad y se encuentran inmersas
a lo largo de nuestras vidas. La sensibilización por su óptimo desarrollo se ha
visto incrementada en las últimas décadas, especialmente en el campo educativo
y en la investigación. A este respecto, el interés surgido por el concepto de
inteligencia emocional se inició con Salovey y Mayer (1990), autores que
asociaron este concepto a un conjunto de habilidades referidas a la
identificación, expresión y regulación de las emociones tanto propias como en
los demás. Posteriormente, este
constructo se dio a conocer gracias al best
seller escrito por Goleman (1995) bajo el título: Inteligencia Emocional, donde establece una visión holística de
este concepto, así como especifica la gran variedad de aspectos que abarca la
inteligencia emocional y la importancia de su aplicación para contribuir al
desarrollo integral de los individuos.
Otro de los conceptos surgidos y
estrechamente relacionados con la inteligencia emocional es el creado y
definido por Bisquerra (2000, p. 243), educación emocional. Según el citado
autor, la educación emocional se alza como un constructo cada vez más relevante
en el ámbito educativo y se entiende como:
Un proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el
desarrollo emocional como complemento indispensable del desarrollo cognitivo,
constituyendo ambos los elementos esenciales del desarrollo de la personalidad
integral. Para ello se propone el desarrollo de conocimientos y habilidades
sobre las emociones con objeto de capacitar al individuo para afrontar mejor
los retos que se plantean en la vida cotidiana. Todo ello tiene como finalidad
aumentar el bienestar personal y social.
Asimismo, López (2005) incide en que educar
emocionalmente implica conocer las propias emociones e identificarlas en cada
situación, empatizar con los demás, enseñar formas de expresión y relación
social que permitan al individuo desenvolverse en nuestra sociedad, quererse y
aceptarse uno mismo, respetar a los demás y adoptar estrategias de resolución
de conflictos.
Muchos han sido los autores (Salovey y
Mayer, 1990; Goleman, 1995; Bar On, 1997, Extremera y Fernández-Berrocal, 2002)
que han elaborado diferentes modelos y teorías referidos al desarrollo de la
dimensión emocional y sus beneficios para afrontar los desafíos que se
presentan en el transcurso de la vida. Sin embargo, el presente estudio se basa
en el modelo de competencias emocionales propuesto por Bisquerra (2009), como
figura referente en España en cuestiones asociadas a la educación emocional, y
el Grup de Recerca en Orientació
Psicopedagògica (GROP). Su modelo se estructura en cinco dimensiones: la
conciencia emocional, la regulación emocional, la autonomía emocional, las
habilidades socioemocionales y las competencias para la vida y el bienestar.
Todas ellas, según este modelo, responden al conjunto de competencias
emocionales, tal y como se muestra en la figura 1.
Figura
1. Modelo
de competencias emocionales
Fuente: adaptado
de Bisquerra, 2009.
Más concretamente, la conciencia emocional
hace referencia al conocimiento de las propias emociones y las de otras
personas. Asimismo, la regulación emocional consiste en responder de forma
apropiada a nuestras emociones. En el caso de la autonomía emocional se
considera la capacidad de mantenerse estable emocionalmente frente a los
estímulos del entorno. Otra de las competencias que forman parte de este
modelo, las habilidades socioemocionales, hacen referencia al conjunto de
destrezas que permiten establecer relaciones óptimas con otras personas. Por
último, las competencias para la vida y el bienestar conforman una serie de
habilidades, actitudes y valores que contribuyen al alcance del bienestar
personal y social. Todas las competencias mencionadas fomentan el desarrollo de
la competencia emocional promoviendo el desarrollo de multitud de aspectos
relacionados con su desarrollo y con el fin de contribuir al mayor bienestar
personal y social.
Desde una perspectiva cronológica, el
desarrollo emocional entre los 0 y 6 años es caracterizado como un factor
esencial, es en esta etapa de desarrollo cuando niños y niñas experimentan
situaciones adversas que pueden propiciar nuevos estados emocionales que
afecten al desarrollo de su personalidad en un futuro. En esta etapa, deben
estar capacitados para tomar conciencia de sus emociones, ser capaz de
expresarlas, así como gestionarlas con el apoyo incondicional de los adultos (Goleman,
1996; López, 2019). A lo largo de este periodo, ellos mismos van generando
nuevos intereses, formas de expresión y relación con las personas de su
entorno.
En base a los expuesto previamente, es
evidente la importancia que tiene el desarrollo de las competencias emocionales
en el crecimiento integral de la persona desde los primeros años de vida (Alfonso
y DuPaul, 2020; Bisquerra y Hernández, 2017; Fernández-Sánchez, Quintanilla y
Giménez-Dasí, 2015; Ibáñez-Martínez y Romero-Pérez, 2019; López, 2019). De
hecho, algunos autores (Araque-Hontangas, 2015; Cepa, Heras y Fernández, 2017)
recalcan el valor de fomentar el mismo desde la etapa de educación infantil,
debido a que durante este periodo los niños disponen de una gran plasticidad
cerebral que permite optimizar su proceso de adquisición.
Otro de los aspectos incluidos bajo este
modelo es el factor social. Varios autores (Giménez-Dasí y Quintanilla, 2009; López,
2011; Pérez, Filella y Soldevilla, 2010) afirman que la competencia emocional
contribuye de manera eficaz a favorecer la interacción entre sus iguales, es
decir, a su desarrollo social. De hecho, esta idea es subrayada por Bisquerra
(2009) aportando que las relaciones sociales están impregnadas de emociones. A
lo largo de los años se han elaborado numerosas definiciones de habilidades
sociales, en cambio, ninguna de ellas ha tenido una aceptación consensuada por
los expertos. En este caso, se expone la definición propuesta por Monjas y
González (2000, p. 18) que define las habilidades sociales como “las conductas
necesarias para interactuar y relacionarse con los iguales y con los adultos de
forma efectiva y mutuamente satisfactoria”. Asimismo, el factor social se
destaca como un aspecto relevante para despertar la empatía, crear vínculos o compartir
emociones entre las niñas y niños más pequeños (López, 2019).
Otra cuestión a destacar es que la
implicación de diferentes agentes y contextos favorece este tipo de desarrollo,
más concretamente, el familiar y el escolar (Fernández-Martínez y Montero-García,
2016). La competencia socioemocional es aplicable a múltiples contextos, pero
el familiar es uno de los primordiales; se trata del primer entorno en el que
se establecen vínculos afectivos y sociales y donde la familia juega un papel
importante (Guzmán, Bastidas y Mendoza, 2019; Pinta et al., 2019; Reijneveld et
al., 2017). Asimismo, el ámbito educativo se alza como otro contexto
favorecedor del conjunto de habilidades que conforman la competencia emocional;
además, se trata de un periodo con mucha influencia en el desarrollo de la
personalidad del niño, en el cual el docente figura como agente responsable de
su desarrollo a todos los niveles (Aguaded y Valencia, 2017; Fernández-Berrocal
y Extremera, 2002).
A este respecto, el rol del docente se ha
transformado; antes se consideraba un mero transmisor de conocimiento y,
actualmente, su papel se asocia al de un orientador y guía del proceso de
enseñanza-aprendizaje, así como un apoyo social para el desarrollo del
estudiante (Bisquerra, 2003; Fernández-Martínez y Montero-García, 2016). Los
docentes tienen la tarea de potenciar este tipo de habilidades con el fin de
dotar al alumnado de las competencias necesarias para que logre un mayor
crecimiento personal y pueda enfrentarse a los desafíos presentes y futuros en
todos los ámbitos de su vida, así como comprometerse con la mejora de la
sociedad a través de la adquisición de competencias desde el seno de su familia
y escuela.
En este sentido, la escuela del siglo XXI
pretende responder, no sólo a cuestiones académicas, sino contribuir al
desarrollo personal, emocional y social de cada niño (Fernández-Berrcoal y
Extremera, 2005; López, 2005; Bisquerra, 2011). Es conveniente, entonces,
trabajar conceptos como la confianza, el autoconocimiento y la autoestima,
promover la comprensión y la regulación emocional, impulsar el entrenamiento de
habilidades sociales, resolución de conflictos y desarrollar aspectos como la
asertividad, el optimismo y la empatía para favorecer el crecimiento personal
proporcionando a los niños las herramientas y estrategias adecuadas para
conseguirlo.
Cada vez con mayor frecuencia se dan más
casos en los que la falta de habilidades sociales y la escasa capacidad para
gestionar las emociones ocasionan problemas en el desarrollo personal del
alumnado, debido a la ausencia de las destrezas necesarias para enfrentarse a
las situaciones cotidianas (Garvalho y Novo, 2014; Schindler et al., 2015).
No obstante, desde el marco educativo, se
ha observado un auge en la proliferación de los programas de intervención
elaborados para fomentar el desarrollo de habilidades socioemocionales del
alumnado con resultados positivos encaminados a lograr un bienestar personal y
social (Bisquerra y Hernández, 2017; Blewitt et al., 2018; O’Connor et al.,
2017). Por un lado, y como se ha mencionado, parece evidente que la competencia
social y emocional del alumnado influye de manera favorable en el crecimiento
personal del mismo. Por otro lado, y con el mismo hilo conductor, nuestro
actual sistema educativo se ha centrado en promover un clima positivo de
convivencia escolar en todos los centros. Para este fin, es necesario
proporcionar al alumnado las estrategias necesarias para que sea capaz de
desenvolverse personal y socialmente en su día a día, y además adquiera
destrezas de resolución de conflictos para lograr un clima de convivencia
positivo en el contexto educativo que favorezca, además, su proceso de
enseñanza-aprendizaje (Park, Tiwari y Neumann, 2020; Rosal y Valero, 2011).
Método
El diseño llevado a cabo en esta investigación es de
corte descriptivo-transversal; los datos fueron recogidos en un punto temporal
concreto. Con ello se pretendía describir el nivel de competencia emocional y
social del alumnado participante en este estudio desde la perspectiva de sus
propias familias.
El presente estudio tiene como objetivo conocer
y analizar la competencia emocional y social del alumnado procedente de la
etapa de educación infantil y los primeros cursos de educación primaria desde
la percepción de sus propias familias. Más concretamente, se analiza la
competencia emocional en función de su capacidad para identificar, expresar y
comprender emociones, así como para regularlas. Además, se valora su capacidad
para comprender el estado emocional de otras personas. Asimismo, en lo que
respecta a la competencia social, se analiza la interacción con sus iguales,
así como con adultos, y su capacidad de aceptación de normas impuestas en su
rutina diaria. Para ello, esta investigación responde a una metodología de corte
descriptivo-transversal desde un enfoque cuantitativo basado en el uso de un cuestionario
estructurado con respuestas en formato de escala tipo Likert.
Población
y muestra
La muestra de este estudio está integrada por un total de 54 familias con
hijos o hijas matriculados en la etapa de educación infantil o primer y segundo
curso de educación primaria. El tipo de muestreo seleccionado fue no
probabilístico casual o por accesibilidad. El procedimiento llevado a cabo para
la selección de la muestra se estableció tras la toma de contacto con el
director de un centro concertado situado en el centro de la ciudad de Huesca.
Este centro escolar es católico, reúne familias de diferentes niveles
económicos y aboga por la educación integral de su alumnado. Asimismo, entre
sus criterios pedagógicos se encuentra el desarrollo de la inteligencia
emocional y espiritual, entre otras. Para ello, durante el curso escolar se
implementan diferentes actividades encaminadas a desarrollar la competencia
emocional y social de su alumnado a todos los niveles, incluyendo el programa
“Aulas felices” como eje central. Este programa está basado en la psicología
positiva y dirigido a potenciar las fortalezas individuales y el bienestar del
alumnado.
Respecto a la distribución de las familias
en función de los cursos escolares en el que se encuentran matriculados sus
hijos e hijas, 13% de los participantes corresponde a familias de alumnado de
segundo curso de educación infantil, y 27.8% de tercer curso de educación
infantil; 27.8% de la muestra pertenece a familias de alumnado de primer curso
de educación primaria y el 31.4% restante, a familias de alumnado de segundo
curso de educación primaria. El total de la muestra se compone de familias con
hijos e hijas matriculados en un centro escolar concertado de la ciudad de
Huesca.
Instrumento
El instrumento utilizado para obtener la información deseada sobre la
competencia emocional y social del alumnado de educación infantil y educación
primara desde el punto de vista de sus propias familias fue el cuestionario.
Para ello, se diseñó un cuestionario ad
hoc compuesto por 20 ítems, diez de ellos dirigidos a conocer aspectos
relacionados con la competencia emocional, y los otros diez destinados a
valorar la competencia social. Cada uno de los ítems incluidos en el
cuestionario está asociado a determinadas variables como la identificación,
expresión, comprensión y gestión de emociones, así como la empatía, todas ellas
como variables descriptoras de la competencia emocional. Respecto a la competencia
social, se han determinado la interacción entre iguales y con adultos y,
además, la capacidad para respetar y aceptar normas en sus rutinas como
variables definitorias de la competencia social. Además, entre los datos
sociodemográficos solicitados a las familias, se les preguntó sobre el estilo
de educación parental escogido para educar a sus hijos o hijas, y debían
escoger entre un estilo autoritario, uno democrático o uno permisivo. Tras su
diseño, se procedió a realizar la validación de contenido mediante cinco jueces
expertos en la temática abordada. Sus valoraciones fueron positivas y aportaron
algunas propuestas para la mejora del instrumento. Posteriormente, se
incorporaron todas las cuestiones mencionadas por el juicio de expertos dando lugar
al cuestionario final.
En su diseño, se utilizaron preguntas de
tipo Likert con una escala de respuesta entre el 1 y el 4 en función de la
frecuencia con la que sus hijos e hijas habían presentado los comportamientos
mencionados durante los últimos meses, siendo 1 nunca o casi nunca muestra esa
conducta, y 4 siempre o casi siempre muestra esa conducta.
Procedimiento
de recogida de datos
En primer lugar, se contactó con el centro educativo para proporcionarle
información sobre dicha investigación, así como para solicitar su colaboración.
En una segunda fase, durante el curso académico 2019/20, se envió a las
familias de los cursos seleccionados una carta informativa sobre el objetivo de
este estudio, y se les solicitaba el consentimiento requerido para su
participación de forma anónima y voluntaria. Finalmente, se difundió a las
familias colaboradoras el cuestionario diseñado en formato papel. Una vez
cumplimentados, fueron recogidos por el tutor o tutora del aula correspondiente
del centro educativo que, posteriormente, los hizo llegar al encargado del
presente estudio.
Los datos recogidos a través del
cuestionario fueron trasladados a una base de datos, para analizarlos mediante
el paquete estadístico SPSS versión 22.0. Se aplicaron técnicas de análisis
descriptivo, en este caso, frecuencias.
Resultados
Los hallazgos de este estudio dan respuesta al objetivo planteado al inicio
de la investigación, el cual especificaba la intención de conocer y analizar
aspectos relacionados con el desarrollo social y emocional en alumnado
matriculado en la etapa de educación primaria y en los primeros cursos de
educación primaria, desde el punto de vista de sus propias familias.
Entre los resultados, cabe destacar que la
totalidad de las familias participantes en este estudio reconocía que, en
general, su estilo educativo parental respondía al estilo democrático, el cual
se describía tanto con altos niveles de afecto y comunicación como de control y
exigencias.
En la tabla 1 se presentan los resultados
obtenidos tras el análisis estadístico, en términos de frecuencias, de los
indicadores propuestos en el cuestionario.
Tabla 1. Estadísticos
descriptivos. Frecuencias
|
Nunca/
Casi nunca |
Pocas
veces |
Muchas
veces |
Siempre/
Casi siempre |
Competencia emocional |
|
|
|
|
1. Presta atención a sus sentimientos |
0 |
7.4 |
42.6 |
50 |
2. Expresa
adecuadamente sus emociones |
0 |
13 |
48.1 |
38.9 |
3.
Comprende sus emociones |
0 |
14.8 |
57.4 |
27.8 |
4. Se preocupa por tener un buen estado de ánimo |
0 |
7.4 |
57.4 |
35.2 |
5. Reconoce las emociones de otras personas por sus
expresiones faciales |
1.9 |
0 |
25.9 |
72.2 |
6. Gestiona sus emociones a través del uso de
estrategias útiles |
5.6 |
11.1 |
68.5 |
14.8 |
7. Se adapta bien a los cambios en las rutinas
diarias |
1.9 |
11.1 |
51.9 |
35.2 |
8. Empatiza con las emociones de otros niños o
niñas |
0 |
13 |
48.1 |
38.9 |
9. Empatiza con las emociones de los adultos |
0 |
18.5 |
51.9 |
29.6 |
10. Intenta consolar a los demás cuando se sienten
mal |
3.7 |
3.7 |
33.3 |
59.3 |
Competencia social |
|
|
|
|
1. Inicia contacto comunicativo con adultos
conocidos |
0 |
5.6 |
25.9 |
68.5 |
2. Inicia
contacto con sus iguales |
0 |
5.6 |
33.3 |
61.1 |
3. Hace
amigos con facilidad |
0 |
9.3 |
35.2 |
55.6 |
4. Le gusta más jugar con otros niños o niñas que
solo |
29.6 |
51.9 |
18.5 |
0 |
5. Invita a otros niños o niñas a jugar |
0 |
11.1 |
37 |
51.9 |
6. Es aceptado/a por otros niños o niñas |
0 |
1.9 |
55.6 |
42.6 |
7. Otros niños o niñas le invitan a jugar |
0 |
5.6 |
61.1 |
33.3 |
8. Los niños o niñas de su entorno acuden a
él/ella para pedirle ayuda |
0 |
24.1 |
63 |
13 |
9. Resuelve conflictos con sus iguales de forma
pacífica |
1.9 |
5.6 |
53.7 |
38.9 |
10. Espera y respeta los turnos |
3.7 |
25.9 |
44.4 |
25.9 |
Fuente:
elaboración propia.
En primer lugar, los resultados obtenidos
en relación con su competencia emocional se van a describir a través de las
variables asociadas a los ítems descritos en el propio cuestionario. En lo que
respecta a la identificación de las emociones, la mitad de las familias
participantes reconoce que sus hijos o hijas casi siempre o siempre prestan
atención a sus sentimientos, a este porcentaje se añade otro 42.6% que lo hace
muchas veces. Esta frecuencia de resultados disminuye si se refiere a su
preocupación por tener un buen estado de ánimo, a este respecto sólo 35.2%
considera que siempre o casi siempre se da esta preocupación en sus hijos o hijas,
aunque más de la mitad de las familias restantes afirma que se da en muchas
ocasiones. Según 72.2% de las familias, sus hijos o hijas son capaces de
reconocer las emociones de otras personas por sus expresiones faciales con un
alto grado de frecuencia. En cuanto a la expresión de emociones, se observa que
38. 9% expresa sus emociones adecuadamente casi siempre o siempre, mientras que
48.1% lo realiza muchas veces. En relación con la gestión emocional, 68.5% de
las familias reconoce que sus hijos o hijas son capaces de gestionar sus
emociones a través del uso de estrategias útiles en muchas ocasiones, a su vez,
11.1% describe esta capacidad de gestión emocional en pocas ocasiones e incluso
5.6% considera que sus hijos o hijas nunca o casi nunca son capaces de
gestionar sus emociones. Asimismo, se valora su capacidad de adaptación a los
cambios en las rutinas diarias, sus respuestas concluyen que la mayor parte de
sus hijos o hijas, en torno a 87%, se adaptan bien a este tipo de cambios.
Otra de las cuestiones valoradas en este
estudio es la empatía, tanto su capacidad de empatizar con otros niños o niñas
como con adultos. Bajo la percepción de alrededor de la mitad de las familias,
sus hijos o hijas son capaces de empatizar con las emociones de otros niños o
niñas en muchas ocasiones, incluso 38.9% de ellas afirma esta capacidad de
empatía siempre o casi siempre. Centrando la atención en su capacidad de
empatía, pero con adultos, los porcentajes varían ligeramente. En este caso, en
torno a 50% de las familias manifiesta que sus hijos o hijas logran participar
de forma afectiva en los sentimientos de adultos en muchas ocasiones, en
comparación con los resultados obtenidos con esta capacidad respecto a otros niños
o niñas, los porcentajes se mantienen similares. No obstante, se aprecia una
variación de los mismos cuando se refiere a un elevado número de ocasiones,
siempre o casi siempre, en este caso, el porcentaje disminuye a 29.6 por
ciento.
Respecto a la competencia social, se han
obtenido resultados en torno a la interacción entre iguales y con adultos y, además,
la capacidad para respetar y aceptar normas en sus rutinas como variables
definitorias de la competencia social. La mayor parte de las familias
encuestadas afirma que sus hijos o hijas son capaces de iniciar contacto
comunicativo, tanto con adultos como con iguales, con un alto grado de
frecuencia. Asimismo, casi la totalidad de la muestra (90.2%) expone que
también disponen de facilidad para hacer amigos con mucha frecuencia.
Por otro lado, centrando la atención en
situaciones de juego, la mitad de las familias participantes (51.9%) opina que
a sus hijos o hijas les gusta jugar más con otros niños o niñas que solos en
pocas ocasiones. En cambio, el mismo porcentaje de familias (51.9%) incide en
que siempre o casi siempre sus hijos o hijas invitan a jugar a otros amigos.
Sin embargo, esta frecuencia disminuye cuando se invierten los roles, tanto que
sólo 33.3% de las familias reconoce que siempre o casi siempre sus hijos o
hijas son invitados a jugar por otros niños o niñas. En esta ocasión, el mayor
porcentaje (61.1%) se acoge a que en muchas ocasiones son invitados por otros niños
o niñas.
Otra de las cuestiones analizadas en este
cuestionario responde a que sus hijos o hijas son aceptados por otros niños; a
este respecto, desde la perspectiva de las familias, 42.6% de ellas considera
que siempre o casi siempre son aceptados, acompañado de 55.6% que concreta esta
aceptación en muchas ocasiones. Por otro lado, otros de los ítems se refieren a
que, si los niños o niñas de su entorno acuden a su hijo o hija para pedirle
ayuda, en relación a esta consideración, un porcentaje significativo de las
familias (63%) expone que esta acción se da muchas veces.
La resolución de conflictos se aborda en
otros de los subtipos incluidos en la competencia social, a este respecto 38.9%
de las familias afirma que sus hijos o hijas son capaces de resolver conflictos
con sus iguales de forma pacífica siempre o casi siempre, mientras que más de
la mitad de las familias (53.7%) confirma que esta capacidad en ellos se da en
muchas ocasiones. En menor medida, 5.6% de la muestra reconoce que pocas veces
son capaces de resolver conflictos de forma pacífica, así como 1.9% especifica
que nunca o casi nunca sus hijos o hijas demuestran esta habilidad.
Por último, la capacidad de espera y el
respeto de turnos por parte de sus hijos o hijas se instaura como el último
aspecto objetivo de este análisis, donde casi la mitad de las familias (44.4%)
piensa que sus hijos o hijas esperan y respetan turnos muchas veces; asimismo,
este porcentaje disminuye en la misma medida que lo hace su frecuencia de
actuación, donde 25.9% de la muestra reconoce que lo hace en pocas ocasiones.
Por otro lado, tal y
como se muestra en la tabla 2, los contrastes de medias realizados con la
prueba de t-Student para muestras independientes para el nivel de competencia
emocional y social en función de la etapa a la que pertenece el alumnado. En la
prueba de Levene para la igualdad de varianzas, se asume igualdad de varianzas
(p > 0,05) en todos los ítems. Considerando la variable asociada a la etapa
educativa, se observa que los contrastes de medias realizados entre el alumnado
procedente de la etapa de educación infantil y el alumnado procedente de la
etapa de educación primaria no presentan diferencias significativas en
competencia emocional (t= 0,90; p> 0,05), ni tampoco lo hacen en la
competencia social (t= -1,186; p> 0,05).
Tabla 2.
Prueba t-Student para el contraste de medias
Etapas |
||||||
Inf |
Prim |
|
||||
M (Dt) |
M (Dt) |
F |
t |
p |
||
Competencia
Emocional |
32.82 (3.66) |
32.72 (4.22) |
0.218 |
0.90 |
0.642 |
|
Competencia Social |
31.18 (3.00) |
32.13 (2.78) |
0.043 |
-1.186 |
0.837 |
Fuente: elaboración propia.
Discusión
y conclusiones
En
los últimos años, la adquisición de competencias socioemocionales se ha
convertido en una tarea prioritaria tanto en el ámbito familiar como en el
educativo, la educación socioemocional surge como respuesta a las necesidades
demandadas por la nueva sociedad del siglo XXI. Como consecuencia, se han
elaborado programas de educación socioemocional (Educación emocional, Sentir y
pensar, Aulas felices, entre otros) que permiten desarrollar este tipo de
habilidades incluyendo a la familia como un factor clave en el proceso y
utilizando el contexto educativo como espacio para su implementación. Este
estudio contribuye a respaldar el cuerpo empírico presentado hasta la fecha,
donde esta inversión y dedicación al desarrollo integral del niño ha logrado
resultados positivos en la adquisición de este tipo de estrategias en el
alumnado más joven.
Los hallazgos de este estudio permiten adquirir
una visión real sobre el nivel de habilidades socioemocionales que el alumnado
escolarizado en la etapa de educación infantil presenta desde la perspectiva de
sus propias familias. Los resultados, a modo general, ofrecen información sobre
un alto grado de competencia emocional y social en este alumnado. La causa de
la mejora de este tipo de habilidades puede derivarse de la integración de
programas de educación socioemocional en los entornos escolares, así como de la
preocupación real que las familias han expresado en este tipo de cuestiones
durante los últimos años.
Acorde con los resultados obtenidos, se
apoya que la influencia de la familia en el desarrollo de las habilidades
socioemocionales del niño se destaque como un factor clave (Carrillo, Estévez y
Gómez-Medina, 2018; Guzmán et al.,
2019), a este respecto y aludiendo a la totalidad de las familias que se rigen
por un estilo educativo democrático, Ramírez-Lucas, Ferrando y Sanz (2015)
inciden en la importancia del estilo educativo parental desempeñado para
promover un mayor desarrollo de la inteligencia emocional de sus hijos y acuñan
el estilo parental democrático como el más favorecedor para el desarrollo de la
habilidad intrapersonal y emocional. A su vez, señalan que las familias
emocionalmente inteligentes tienden a tener hijos con un alto grado de
desarrollo emocional, coincidiendo con los hallazgos del estudio realizado por
Carrillo et al. (2018). Además, estos
resultados se enriquecen con los obtenidos por Suárez y Vélez (2018), quienes
aportan que los aspectos afectivos, la comunicación y el estilo parental
contribuyen de forma positiva a las relaciones sociales efectivas del niño en
su entorno.
Tras una profunda revisión de la literatura
presente hasta la fecha, se ha verificado que varios autores (Aguaded y
Valencia, 2017; Giménez-Dasí y Quintanilla, 2009; Ribes et al., 2005) abogan por una educación emocional incluida en el
currículum desde la etapa de educación infantil. Del mismo modo, se han
encontrado varios estudios que reportan resultados muy positivos derivados de
la implementación de programas de educación socioemocional en la etapa de
educación infantil; Fernández-Martínez y Montero-García (2016) afirman una
relación significativa entre la emoción y la cognición, así como en otros
aspectos de la vida, coincidiendo con Immordino-Yang, Darling y Krone (2019)
que revelan una dependencia directa del aprendizaje y la experiencia
socioemocional. Por otro lado, Ribes et al.
(2005) determinan en su estudio que la conciencia emocional, la regulación
emocional y la autoestima son los contenidos adecuados para trabajar en esta
etapa. Además, determinan los objetivos, conceptos, procedimientos y actitudes
que permiten favorecer el desarrollo de éstos a lo largo del periodo de
educación infantil.
Respecto a la implementación de programas
de educación socioemocional en la etapa prescolar, Cepa et al. (2017) comprobaron que la aplicación del programa EMO-ACCIÓN
incrementó la capacidad de reconocimiento emocional y mejoró la regulación
emocional en aspectos como el autocontrol. En general, se concluyó que este
programa produce un impacto positivo en las habilidades socioemocionales y en
la resolución de conflictos para niños en edad prescolar. Asimismo, Aguaded y
Valencia (2017) obtuvieron diferencias significativas en la regulación y
expresión emocional entre los resultados del grupo control y el grupo
experimental tras la implementación de un programa de inteligencia emocional en
la etapa de educación infantil. Así lo demuestra también el estudio llevado a
cabo por Kemple, Lee y Ellis (2019), en el que la aplicación de un programa de
educación socioemocional en educación infantil obtuvo resultados muy favorables
en la preparación de este alumnado para la transición a la educación formal,
adquiriendo una mayor competencia socioemocional.
A modo de conclusión, se aprecia que el
grado de competencia emocional y social en alumnado escolarizado en la etapa de
educación infantil y en los primeros cursos de educación primaria es alto. La
causa de este incremento puede deberse a que la integración de programas de
educación socioemocional en los contextos educativos y la implicación de las
familias en el desarrollo de estas competencias ha contribuido a una mejora en
la dimensión social y emocional de este alumnado, favoreciendo su desarrollo
integral para desenvolverse adecuadamente en el presente y futuro de esta
sociedad. No obstante, dada la relevancia y los resultados tan beneficiosos que
se derivan de la educación socioemocional, conviene reflexionar sobre el
establecimiento de un marco legal que concrete y fomente el desarrollo de este
tipo de habilidades, así como incluir una formación adecuada para los docentes
en este tipo de cuestiones y ofrecer a las familias directrices que les
permitan fortalecer y potenciar estas destrezas desde el contexto familiar.
Este estudio se encuentra con ciertas
limitaciones, ya que sus resultados no pueden generalizarse a toda la sociedad
debido al tamaño de la muestra participante en el mismo. No obstante, se considera
relevante realizar futuras investigaciones con muestras significativas, y se
propone la comparación de resultados obtenidos entre diferentes programas
aplicados basados en la educación socioemocional para conocer de qué manera las
familias se implican en el desarrollo de este tipo de competencias.
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[1]
La investigación que origina el presente artículo
cuenta con el dictamen favorable del Comité de Ética de la Investigación de la
Comunidad Autónoma de Aragón en España (CEICA) con código C.P. - C.I. PI20/152.