Lisa Feldman and the Constructive Theory of Emotions: A Critique Based
on Jean-Paul Sartre’s Phenomenological Proposal
José Mario Melchor
González
Universidad Autónoma de Querétaro,
México
https://orcid.org/0000-0002-0835-2663
Ingreso: 8 de
agosto de 2023.
Aceptación: 29 de febrero de 2024.
Cómo citar
Melchor, J. M.
(2024). Lisa Feldman y la Teoría Constructiva
de las Emociones: una crítica a partir de la propuesta
fenomenológica de Jean Paul Sartre. Revista
Internacional de Educación
Emocional y Bienestar, 4(2), 23-42.
Desde
hace unos años se ha tratado de clasificar las emociones presuponiendo su existencia
fuera de los contextos en los que surgen. En este trabajo se realiza un
análisis entre la propuesta de Lisa Feldman sobre la Teoría Constructiva de las
Emociones, frente a la crítica sartriana que busca entender las emociones desde
una mirada fenomenológica. Este análisis revisa cómo se interrelacionan ambas
posturas para, después, delimitar las áreas en las que podrían colaborar, pues
ambas parten de la interpretación contextual que tienen los humanos de su
realidad para la definición de sus estados emocionales y buscan promover un
acercamiento más vivencial a la identificación de las emociones. Consideramos
que Feldman por lo menos omite lo que anteriormente Sartre había propuesto, es
decir, que se requería una visión fenomenológica para la búsqueda de
significado en las emociones; en este sentido, buscamos mostrar cómo las ideas
de Sartre complementan la visión de Feldman.
Palabras
clave: emociones, neurociencia, fenomenología, Sartre, Feldman
For some years
now, it has been tried to classify emotions by presupposing their existence
outside the contexts in which they arise. In this work, a comparative analysis
is carried out between Lisa Feldman’s proposal on the Constructive Theory of
Emotions, versus the Sartrean critique that seeks to
understand emotions from a phenomenological perspective. This analysis reviews
how both positions are based to, later, delimit the areas in which they could
collaborate, since both start from the contextual interpretation that humans
have of their reality for the definition of their emotional states and seek to
promote a more experiential approach to the identification of emotions.
However, Feldman omits that Sartre had previously proposed that a
phenomenological vision was required for the search for meaning in emotions,
therefore, we seek to show how Sartre’s ideas complement Feldman’s vision.
Keywords: emotions,
neuroscience, phenomenology, Sartre, Feldman
Hoy
en día, aun con los avances en psicología y neurociencia, es difícil llegar a
un consenso sobre el papel que tienen las emociones en el desarrollo de la vida
y en la apreciación del mundo para los seres humanos; aunque se experimentan
estos cambios físicos y mentales de manera diaria y, aparentemente, deberíamos
tener la capacidad para identificar cuáles son las sensaciones percibidas por
los cuerpos, se tendría la capacidad para dar razones de tales sensaciones. Sin
embargo, en los diálogos actuales sobre las emociones todavía hay ambigüedad
acerca del significado de los términos que expresan sensaciones semejantes, por
ejemplo, la clasificación de la alegría y la felicidad, el miedo y el terror,
el enojo y la furia, por mencionar algunos de los estados emocionales más
representativos.
En
este sentido, en este trabajo recuperamos la perspectiva sartriana para una
interpretación fenomenológica de las emociones desde el texto Bosquejo de
una Teoría de las Emociones, publicado en 1939, en el cual se desarrolla
una crítica a la psicología de ese momento, pues ésta se había concentrado más
en los hechos que pudieran ser demostrables de manera aislada para consolidarse
como ciencia, en vez de centrar sus reflexiones en la interpretación de las
acciones humanas como parte de proyectos que se construyen diariamente y, así,
auxiliar a los individuos en el desarrollo de sus vidas.
Una
vez abordada la propuesta de Sartre, explicaremos la visión de Lisa Feldman
(2019) quien comenta que, hasta ahora, la investigación científica, hablando
desde la neurología, no ha revelado alguna constante que nos permita catalogar
una sola emoción, a la manera de una huella dactilar, y mucho menos alguna
prueba para exponer ante el común de la sociedad una emoción como identificable
bajo estándares que pudieran ser aplicados indiscriminadamente en las
circunstancias en que se encuentren las personas. Para este fin, revisaremos el
libro La Vida Secreta del Cerebro, publicado en 2019, donde se abordan
los estudios sobre las emociones con los que Feldman sustenta su posición.
Más
adelante, analizaremos las aplicaciones en las que se podría implementar una
visión fenomenológica de las emociones a manera de complemento o punto de apoyo
para la propuesta de Feldman; para ello se realizarán dos experimentos mentales
siguiendo la metodología propuesta por la neuróloga y se dará explicación de
los procesos que ocurren durante la lectura.
Finalmente,
puntualizaremos los hallazgos que se encontraron en este análisis y las futuras
implicaciones que podría tener una modificación de la interpretación de las
emociones en el panorama contemporáneo.
En
esta sección pretenderemos mostrar en qué consiste la propuesta de la
neurocientífica Lisa Feldman (2019), para quien las emociones están lejos de
aparentar una naturalidad en la percepción humana que se tiene hasta el día de
hoy. Pues, aunque los humanos deberían tener la capacidad para reconocer cada
una de las sensaciones que viven en los momentos que se activan en sus cuerpos,
se observa que sigue habiendo una limitación en cuanto a la capacidad para
clasificar cada una de esas sensaciones en un patrón o esquema que permita su
reconocimiento en diferentes escenarios.
Consideramos
que, para Feldman (2019), la historia tradicional de las emociones se ha
encaminado a los investigadores que buscan fenómenos definidos y reconocibles
que nos permitan controlar las apariciones de estas manifestaciones:
La
historia tradicional de la emoción vendría a decir: todos llevamos emociones
incorporadas desde el nacimiento. Son fenómenos definidos y reconocibles dentro
de nosotros. Cuando ocurre algo en el mundo, ya sea un disparo o una mirada
insinuante, nuestras emociones se desencadenan con rapidez y de manera
automática, como si alguien hubiera pulsado un interruptor. Manifestamos
emociones en el rostro mediante sonrisas, frunciendo el ceño y con otras
expresiones típicas que cualquiera puede reconocer (Feldman, 2019, p. 7).
Esta
visión tradicional de las emociones ha hecho suponer a los especialistas en el
tema que se puede identificar cada una de ellas de manera inmediata. Sin
embargo, por lo que se refiere al siglo XXI, con el auge de la Psicología
Positiva, que funge como guía de la reflexión sobre las emociones, se nos ha
hecho creer que la identificación y manejo de las emociones depende más de
conocer los nombres de las sensaciones que de interpretar las circunstancias
que preceden a los estados emocionales. Además, la perspectiva de la Psicología
Positiva ha conseguido participar de manera directa en la vida cotidiana de las
personas, por ejemplo: en el trabajo, la familia, incluso en el tiempo de ocio,
y en todos estos espacios se espera que las personas no sólo sean productivas
sino, también, que mantengan una higiene emocional, limpia de sensaciones que
pudieran perturbar el progreso, que les permita relacionarse con los otros y
colaborar para lograr las finalidades impuestas por el grupo social en que
estén.
En
su libro La vida Secreta del Cerebro, Lisa Feldman (2019) menciona que
los estudios sobre las emociones se pueden clasificar en dos tipos: la Teoría
Clásica y la Teoría de la Emoción Construida, esta última propuesta por ella
misma. En la primera, las emociones son una parte primitiva, natural e
irracional fundamentada en nuestra biología, que pueden ser clasificadas e
identificadas como si se tratara de una “huella dactilar”; además, son
universales para los humanos y todos tienen una aproximación, más o menos,
idéntica independientemente de la edad, sexo, género, etnia o circunstancias en
las que sea percibida la emoción:
Según
la visión clásica de la emoción, tenemos muchos circuitos emocionales en el
cerebro y cada uno da lugar a un conjunto característico de cambios, es decir,
a una huella dactilar. …Como tales, son universales: personas de todas las
edades y culturas, y de cualquier parte del mundo, deberían experimentar la
tristeza más o menos como nosotros, igual que hicieron nuestros antepasados… se
cree que las emociones son una especie de reflejo bruto que con mucha
frecuencia se opone a nuestra racionalidad (Feldman, 2019, p. 8).
Desde
esta visión, consideramos que se sirven algunas corporaciones sociales para
justificar prácticas en las que se interpreta que las emociones son: 1)
incontrolables sin el uso de la razón, y, 2) con características biológicas o
fisiológicas de cada emoción diferenciada, por ejemplo, en expresiones faciales
o ante la presencia de tonos en la voz, muy común en prácticas de actuación, o
bien, en técnicas de venta en las que se pretende simular estas expresiones
para motivar a los compradores en la adquisición de productos.
En
cuanto a la otra visión, la Teoría de la Emoción Construida, Feldman (2019)
menciona que las emociones no son semejantes a moléculas; son una estructura
que depende de los contextos en que cada persona se ha formado y con los que
delimita su actuar:
Vemos
que las emociones no son monolíticas, sino que están hechas de componentes más
básicos; que en lugar de ser universales varían de una cultura a otra; que no
son provocadas, sino que las creamos nosotros; que surgen de una combinación
entre propiedades físicas del cuerpo, un cerebro flexible cuyas conexiones
reflejan el entorno en el que se desarrolla, y la cultura y la educación que
ofrece ese entorno (Feldman, 2019, p. 11).
Como
podemos observar, cada una de las dos teorías sobre las emociones conforman una
perspectiva con la que los humanos se mueven y comprenden su estadía en el
mundo, y dependiendo del compromiso que tengamos con tal o cual perspectiva,
dependerán de nuestra comprensión de las reacciones, o de la falta de ella,
ante las circunstancias vividas por la persona, o bien, por el colectivo cuando
nos posicionemos frente a un escenario emocional.
En
este sentido, Lisa Feldman define su Teoría de la Emoción Construida desde la
comprensión del ser humano como un conjunto de vivencias y condiciones
biológicas, no sólo como un objeto estático que se mantiene con el paso del
tiempo y que responde a las circunstancias de manera diferenciada, dependiendo
de las herramientas e historia en que se desarrolla:
En
cada momento de vigilia nuestro cerebro hace uso de la experiencia pasada,
organizada en forma de conceptos, para guiar nuestros actos y dar significado a
nuestras sensaciones. Cuando los conceptos implicados son conceptos
emocionales, nuestro cerebro construye casos de emociones (Feldman, 2019, p.
56).
Por
lo anterior, podemos observar una ligera semejanza con la Teoría Clásica que se
mencionó primero, ya que en ésta también se observa una clasificación
precedente a la sensación, en la cual los humanos primero tienen
conceptualizado lo que van a sentir y, posteriormente, la reacción fisiológica
se adecua a esa condición. No obstante, y como se verá más adelante con la
propuesta de Sartre, desde las emociones construidas se comprende que la
presencia de las circunstancias modifica la percepción del individuo que esté
viviendo la emoción, por ejemplo: sentir miedo dependerá del contexto del
individuo en cuestión, es decir, si está frente a un animal amenazante, en el
cine, frente a sus suegros, por mencionar algunos.
Mientras
que en la teoría clásica es necesaria una actividad racional disruptiva, es
decir, la identificación de conceptos previos a la sensación por parte del
humano, que deberán desposicionarse de la vivencia para nombrar la reacción
ante la sensación, y después, de alguna manera, volver a su condición de ser
existente frente a lo que le acontece. En la Teoría de las Emociones
Construidas se puede hacer una clasificación de las condiciones fisiológicas
que anteceden a la comprensión de la emoción, pero el humano no se aparta de la
vivencia, sino que la padece sin interrupción, y sólo después podrá pretender
la reflexión de lo que acaba de sentir para poder identificarlo.
De
esta manera, creemos que la propuesta de Feldman se centra en el carácter
periférico, pues menciona que primero tenemos condiciones fisiológicas como el
llanto, la risa o el sudor y, posteriormente, adecuamos cada una de estas
orientaciones corporales a una emoción determinada por nuestro complejo social,
por los aprendizajes previos y las herramientas de identificación que se posean
cuando acontece el caso emocional.
En
otras palabras, en la Teoría Clásica importa más el carácter cuantitativo que
pueda ser medido como la sudoración o la intensidad de la risa, el llanto o los
movimientos corporales, por mencionar algunos de los que se han medido en
laboratorio y de los que se tiene un referente experimental, como los
experimentos del psicólogo Silvan S. Topkins, quien en 1960 buscó identificar
seis emociones “básicas” por medio de fotografías de rostros que representaran
las emociones menciondas en la prueba.
Aun
así, es hasta la Teoría de las Emociones Construidas cuando podemos observar
que cada una de las emociones depende de una compleja red de relaciones en las
que los humanos se han formado para tener la capacidad de identificar tales
gestos, movimientos o fotografías como respuestas a estados emocionales, tal
como menciona Feldman (2019, p. 32):
Es
indudable que el rostro es un instrumento de comunicación social. Algunos
movimientos faciales tienen significado, pero otros no, y ahora mismo sabemos
muy poco sobre cómo determina la gente cuál es cuál, aparte de que el contexto,
de algún modo, es crucial (el lenguaje corporal, la situación social, las
expectativas culturales, etc.). Cuando los movimientos faciales realmente
transmiten un mensaje psicológico –por ejemplo, enarcar las cejas–, no sabemos
si el mensaje siempre es emocional o si su significado siempre es el mismo. Si
reunimos todas las pruebas científicas no podemos afirmar, con una certeza
razonable, que cada emoción tiene una expresión facial diagnostica.
En
este mismo sentido, podemos señalar que para la psiquiatra Marian Rojas-Estapé
(2021) se debe resaltar la importancia de acercar los conocimientos sobre el
funcionamiento del cerebro a las personas para que puedan comprender desde
dónde surge lo que sienten y si su actividad cotidiana impactó de manera
directa en esas sensaciones. Sin embargo, no debe pasarse por alto que las
perspectivas sobre las emociones no son concluyentes, por lo menos hasta 2023,
y responden a las finalidades y ante los compromisos de las teorías que les
anteceden como la Teoría Clásica o la Teoría de la Emoción Construida.
Hacemos
notar que Rojas-Estapé (2021) hace hincapié en que una gran cantidad de
hormonas surgidas de procesos corporales afectan la comprensión de la realidad
y los casos emocionales, entre las más importantes podemos identificar las que
ya están en el conocimiento popular: cortisol, dopamina, serotonina, por
mencionar las más comunes. Además, recalca la necesidad de conocer maneras para
evitar que estas hormonas se salgan de control, por ejemplo: vivir una “vida
antiinflamatoria”, buscar comer lo mejor para uno mismo, dormir lo mejor
posible, evitar cenas con alcohol, estar lejos de las pantallas antes de
dormir, tener vías de escape sanas: ejercicio, cuidado de la voz interior
(Aprendemos Juntos 2030, 2021).
Estas
recomendaciones, cuando no son circunscritas a la realidad que se aparece ante
las personas, nos recuerdan lo que menciona Barbara Ehrenreich (2012) en su
texto Sonríe o muere, acerca de cómo algunas áreas científicas se
aprovechan de la popularidad de la reflexión sobre las emociones para promover
soluciones sabidas o modificar la realidad trágica de las personas. Es decir,
la innovación está en el uso de las nuevas palabras para designar a las
hormonas o las partes del cerebro, pero las propuestas para mejorar la calidad
de vida son las mismas que antaño, o una reconstrucción de la realidad que se
presenta ante las personas para la venta de algún curso o producto:
Hoy
en día, ya no hay excusa para que la negatividad ponga palos en las ruedas.
Alrededor del pensamiento positivo ha surgido toda una industria cuyo producto,
del que hay versiones para todos los bolsillos, se llama “motivación”. Se puede
comprar en formato tradicional de libro, junto con cedés y deuvedés
protagonizados por el autor; o puede optar uno por una experiencia más intensa
de que lo “entrenen”, o por la de asistir a un “seminario” de una semana
(Ehrenreich, 2012, p. 107).
De
esta manera, nos parece que se da pauta a otra explicación para comprender la
realidad de nuestro asunto, a saber, si todos pueden sentir de manera
individual y dependiendo de cada contexto; entonces, se podría dar pie al
relativista para suponer que todo lo relacionado con las emociones es
indefinible y, al mismo tiempo, imposibilitando la propuesta científica porque
cada circunstancia personal estaría desprendida de las que otra persona pudiera
presentar.
Sin
embargo, consideramos que el objetivo ha dejado de ser únicamente clasificar
las emociones, como si de objetos se tratara, y, más bien, se abre la
posibilidad a comprender a qué nos referimos cuando las traemos al diálogo, sus
fundamentos y, en suma, el fenómeno del estado emocional que estemos
padeciendo. Tal como menciona Feldman (2019, p. 50), cada emoción debería ser
observada con precaución, pues en cada una existen variables concretas que la
redefinen, modifican, intensifican o atenúan:
Debemos
plantearnos que una palabra para una emoción, como por ejemplo “Ira”, no se
refiere a una respuesta concreta con una huella dactilar física única, sino a
un grupo de casos muy variables que están relacionados con situaciones
concretas. Es mejor considerar lo que coloquialmente llamamos emociones (la
ira, el miedo o la alegría, entre otras) como categorías emocionales, porque
cada una es un conjunto de casos diversos.
Como
se puede observar, las maneras de interpretar los estados emocionales dependen
de la participación de diferentes elementos que influyen en la corriente vital
de las personas y sobre estas circunstancias es que se debe actuar para
conseguir una comprensión de los estados emocionales, y no sólo de un
posicionamiento limitado a los hechos observables en un sólo individuo.
Dicho
lo anterior, hemos explicado la propuesta de Lisa Feldman y la diferencia
respecto a la Teoría Clásica de las emociones, a continuación, se presenta la
propuesta de Jean Paul Sartre sobre una comprensión de las emociones desde la
mirada fenomenológica.
Una
vez se ha expuesto la Teoría de las Emociones Construidas de Feldman, es
necesario recuperar la interpretación e identificación de las emociones que
realizó Sartre a mediados del siglo pasado, en específico, en su libro Bosquejo
de una Teoría de las Emociones, publicado en 1939, y podemos mostrar los
beneficios que tendría incorporar la propuesta de este filósofo en la reflexión
contemporánea sobre las emociones. En este sentido, Sartre mencionó que todos
los humanos son resultado de un acumulado de experiencias y relaciones
sociales, por lo que señala como insuficientes las posturas en las que no se
observe el carácter funcional de la emoción, es decir, el contexto en el cual
se origina aquello que siente cada uno de los individuos y las maneras de hacer
frente a la realidad en esos momentos en que el caso emocional aparece frente a
la persona mientras se realiza diariamente.
Por
este motivo, desde nuestra perspectiva, se aleja de las corrientes de la
psicología que buscan encasillar la identificación de las emociones, hoy
cercanas al pensamiento positivo, y se muestra más afín con la perspectiva
psicoanalítica como posible vía para la reflexión y comprensión de las maneras
en que un fenómeno de esta naturaleza afecta a los sujetos:
Para
Sartre las posturas anteriores son insuficientes, por eso aborda enseguida la
teoría psicoanalítica afirmando que sólo puede comprenderse la emoción si se
busca un significado, y éste es funcional (es decir hay un porqué), por tanto,
las emociones tienen una finalidad. …Sartre acepta que el psicoanálisis ha sido
la primera en poner en relieve la significación de los hechos psíquicos; o sea
que ha sido la primera en insistir sobre el hecho de que todo estado de
conciencia vale por algo que no es él, por ejemplo, el cleptómano que el
interés no es el robo por sí mismo, sino que remite a un significado ulterior
simbolizado (Reyes-Pérez, 2019, p. 43).
Consideramos
que Sartre ya preveía que no era trabajo de una sola disciplina la resolución
de las problemáticas que estaban surgiendo de la psicología encaminada por el
proyecto del positivismo, que requería la mirada crítica de la filosofía, por
ejemplo, para encontrar los puntos donde deberían participar y colaborar los
especialistas para comprender los fenómenos emocionales, que ahora observamos
urgentes con el desarrollo de la neurociencia, entonces era necesaria una
visión mucho más holista que pudiera comprender lo que estaba ocurriendo y en
la que participaran diferentes áreas para identificar las emociones, si es que
es posible, o bien, para consensuar metodologías que nos permitan comprender
las sensaciones que se nos aparecen sin limitar las circunstancias que definen
la libertad del humano, por ejemplo, la fenomenología aplicada al
reconocimiento de las emociones:
Si
preguntamos a un científico: ¿por qué se atraen los cuerpos según la ley de
Newton?, éste contestará: no lo sé; porque es así. Y si le preguntamos: ¿qué
significa esa atracción?, contestará que no significa nada, que es. Asimismo,
el psicólogo, consultado acerca de la emoción responderán muy ufano “Es. ¿Por
qué?, no lo sé. Es una simple constatación. Ignoro si posee alguna
significación”. Por el contrario, para el fenomenólogo, todo hecho humano es
por esencia significativo. Si le despojáis de su significación, le despojáis
también de su naturaleza de hecho humano. La tarea del fenomenólogo consistirá,
pues, en estudiar la significación de la emoción ¿Qué hemos de entender con
ello? (Sartre, 2015, p. 6).
Por
lo anterior, consideramos que nuestro filósofo no detiene la reflexión en este
punto, pues afirma que las emociones tienen una buena parte de accidente ante
la realidad humana, pero no debe entenderse como una suma de hechos o un
desorden de la realidad que acontece en los cerebros; propone que cada una de
las estructuras entendidas como emociones tienen su propia significación y
quizá ciertas leyes para su aparición que hasta ahora han pasado
desapercibidas, pero, en sus palabras: “no puede proceder desde fuera de la
realidad-humana. Es el hombre, por el contrario, el que asume su emoción; por
consiguiente, la emoción es una forma organizada de la existencia humana”, es
decir, mucho más que reacciones químicas o eléctricas en el cerebro (Sartre,
2015, p. 6).
Dada
la ambigüedad del término emoción, Sartre (2015, p. 21) propone una definición,
desde la perspectiva fenomenológica, que intenta justificar:
Es
una transformación del mundo. Cuando los caminos trazados se hacen demasiado
difíciles o cuando no vislumbramos caminos, ya no podemos permanecer en un
mundo tan urgente y difícil. Todas las vías están cortadas y, sin embargo, hay
que actuar. Tratamos entonces de cambiar el mundo, o sea, de vivirlo como si la
relación entre las cosas y sus potencialidades no estuvieran regidas por unos
procesos determinados sino mágicamente. No se trata de un juego, intentamos lo
bien; nos vemos obligados a ello y nos lanzamos así esa nueva actitud con toda
la fuerza de que disponemos. Lo que hay que comprender también es que ese
intento no es consciente como tal, pues sería un objeto de una reflexión. Es
ante todo aprehensión de relaciones y exigencias nuevas. Pero, al ser imposible
la aprehensión de un objeto o al engendrar una tensión insoportable, la
conciencia lo aprende o trata de aprehenderlo de otro modo; o sea, se
transforma precisamente para transformar el objeto.
En
otras palabras, podemos sostener que las emociones no sólo serían reactivas
sino dependientes de la realidad situada y de las herramientas que posea el
individuo, probablemente únicas por esta definición, porque cada individuo
vivirá la realidad de acuerdo con las condiciones de conocimiento, de
sensibilidad, incluso hasta de acuerdo con la cultura en la que se encuentra.
Por tanto, usar metodologías fenomenológicas será mucho más adecuado para la
comprensión de las emociones, ya que no sólo se centra en los hechos ocurridos,
sino en el despliegue de las otras elecciones que las personas han hecho y en
las maneras en que interactúan frente al mundo que les aparece.
Para
Sartre será mucho más urgente que los humanos reconozcan su libertad y cómo
ésta se ve redefinida por lo que sienten, de tal manera que cada quien pudiera
dejar atrás los presupuestos sobre su propia sensación, es decir, los conceptos
que nos sitúan en estados emocionales reflexivos que objetivan la vida de las
personas, pues al cortar el flujo natural de la vivencia, que es irreflexiva,
se pasa a la categorización de estados que no podrían ser entendidos sin las
circunstancias precedentes. Por ejemplo: cuando pasamos de sentirnos felices a
percibirnos felices ante la autorreflexión de la conciencia, se aleja a las
personas de los otros elementos que contribuyeron a la sensación de felicidad.
De
esta manera, Sartre propone que, para asimilar las emociones como prácticas
vivenciales, es necesario comprender al humano de manera esencial, porque los
hechos “aislados” que persiguen las perspectivas psicológicas positivas son
ajenas al paso del tiempo, al acompañamiento de las personas que han
contribuido a la significación de la emoción, al desarrollo de las otras
disciplinas y ciencias, la acumulación de los aprendizajes y la reflexión de la
conciencia en el transcurrir de la vida de cada uno de los individuos.
Con
esto en mente, consideramos que los aportes de Jean Paul Sartre pueden
complementar la propuesta de la neurocientífica, dado que durante el siglo XX
la psicología estaba buscando posicionarse como una de las ciencias positivas
(Reyes-Pérez, 2019) y, probablemente, se haya librado una disputa semejante a
la nuestra, donde diferentes perspectivas sobre el origen de las emociones o su
aplicación en la cotidianidad haya estado al servicio de determinada corriente
de pensamiento que intentaba justificar su manera de categorizar las
sensaciones humanas. En este sentido, Sartre publica en 1939 un texto titulado Bosquejo
de una Teoría de las Emociones, donde explica que hay al menos dos
posibilidades para comprender el origen de éstas.
De
manera general, podemos afirmar que la propuesta inicial es identificada como
una teoría de carácter intelectualista, muy semejante a lo propuesto por
Platón, en la que primero existe la idea y después los objetos, acciones y
materias que participan de ella; desde esta perspectiva, aquello que llamamos
emoción es un antecedente a la consecuencia fisiológica, en otras palabras,
primero nos predisponemos a sentir alegría, miedo, tristeza y, posteriormente,
acontecen al cuerpo condiciones de carácter fisiológico como la sonrisa, el
sudor o el llanto.
Valga
decir que la propuesta sartriana fue resultado de negarse a la disminución del
humano a unas métricas de carácter simplista reduciendo a las personas a
objetos bien delimitados sin la libertad característica que los circunscribe.
En este sentido, el filósofo Omar de Jesús (2019), quien ha comentado la obra Bosquejo
de una Teoría de las Emociones, nos menciona que la crítica principal de
Sartre es porque “exige a la psicología una antropología de base que aquélla
nunca provee, porque sólo se concentra en ubicar hechos aislados que no
cohesionan por este afán cientificista” (Reyes-Pérez, 2019, p. 41), de tal
suerte que sólo se dedica a la investigación empírica dejando de lado los
contextos que han generado los hechos donde las emociones sean vistas de manera
uniforme, sin los matices en los que cada emoción puede generarse.
Sartre
da a su reflexión la carga existencial que hacía falta a la interpretación de
las emociones, esa carga interna que no era abordada por la psicología de su
tiempo.
Reconoce
que el psicoanálisis permite conocer el punto de vista de quien está padeciendo
estas emociones y sólo así es posible generar una interpretación existencial.
Las emociones alteran nuestra percepción del mundo, pero no podemos no tener
emociones, entonces las emociones son las formas en las que vivimos el mundo.
Ser conscientes de la forma en que vivimos el mundo nos hace responsables y por
eso insiste en la claridad de la conciencia y en usar la fenomenología para
permitirnos reflexionar nuestra postura ante el mundo (Reyes-Pérez, 2019, p.
47).
En
consecuencia, la intención de precisar qué se entiende por las emociones nos
vuelve participantes activos en la construcción de una definición, suponer que
en condiciones controladas obtendríamos la realidad final sobre nuestro sentir
sería limitado y, probablemente, equívoco, porque la mayor parte del tiempo
somos fuera de las mediciones que esta visión simplista puede ofrecer. Sin
embargo, la falta de algún método nos deja exactamente en el mismo punto como
sujetos aislados tratando de comprender el cauce vivencial que nos acontece sin
las herramientas para descifrar el fenómeno.
Para
Sartre, la fenomenología permitiría la comprensión no sólo de las reacciones
cerebrales o racionales de los individuos, sino considerar al fenómeno de cada
una de las emociones y situarlas en su contexto para que la comprensión se dé
en el hecho mismo y no fuera de su contexto. En este sentido, es necesario
recordar que la propuesta interdisciplinar ha ganado terreno y expandido su
área de aceptación al interior de los discursos académicos, pues el amplio
espectro de la realidad nos hace imprescindible recurrir y compartir los
hallazgos para poder entender lo que en otro momento parecía fracturado.
Llama
la atención que el filósofo contempla los estados emocionales siempre
relacionados con el mundo en un carácter de mortecino, de tal manera que
nuestras reacciones serían esa pintura sobre un lienzo que nos permite soportar
y refugiarnos de esa conciencia de monotonía, de una realidad que está
continuamente apagándose, la condición final de la libertad humana, la muerte.
Es decir, no sólo se tienen reacciones ante la realidad cuando el mundo aparece
delante de cada uno de nosotros y nos obliga a sentir; estamos continuamente
soportando nuestra condición de existencia, y en esta dinámica trágica vamos
sintiendo y reaccionando ante lo que nos aparece y reconfigura nuestro
acercamiento ante el mundo y sus circunstancias.
En
este apartado hemos observado que la propuesta fenomenológica de Jean Paul
Sartre para comprender las emociones desde la fenomenología es plausible; en lo
sucesivo se buscará explicar de qué manera se lleva a cabo la metodología para
interpretar las emociones y su aplicación en la propuesta de Feldman.
Para
continuar, presentamos dos maneras en que las metodologías fenomenológicas
pueden acompañar la Teoría de las Emociones Construidas de Lisa Feldman, la
primera por medio de una narrativa y la segunda desde la identificación de una
imagen desde las condiciones situadas por las y los lectores.
En
2023, se observa un creciente interés por las emociones, que bien podría estar
influido, como menciona la profesora en estudios culturales Sara Ahmed (2019),
por las experimentaciones teórico-reflexivas denominadas como “Giro Afectivo” que, como proyecto, busca
“problematizar el rol que cumplen los afectos y las emociones en el ámbito de
la vida pública y su operatividad en la gestión reproducción y continuidad de
las estructuras de poder que organizan las relaciones sociales” (Ahmed, 2019,
p. 13). O bien, como señalan las filosofas Celia Cabrera y Micaela Szeftel
(2021) cuando escriben que el concepto, propio de la fenomenología de
Husserl, la “vida afectiva”, ha ganado
centralidad en las ciencias sociales y las humanidades.
Además,
el auge de la Psicología Positiva ha puesto en el centro las emociones
placenteras, como: la alegría, la felicidad y la tranquilidad, ya que son
catalogadas de potenciadoras para la optimización en sectores tan diversos como
la vida cotidiana y el trabajo. Mientras que las “otras” emociones, las que nos
generan aversión, como la ira, la tristeza y la pereza, son marginadas a
espacios donde los individuos se encuentran estigmatizados y con pocas
herramientas para comprender los orígenes y significados de lo que sienten.
No
obstante, incluso si desde hace más de dos centurias se ha revisado este tópico
por diversos pensadores de diferentes áreas del conocimiento, aún seguimos
lejos de alcanzar claridad frente a problemas como la semejanza entre las
percepciones que cada uno de nosotros tenemos frente a las de los otros, por
ejemplo: cuando dos individuos dicen sentir alegría, miedo o ira tenemos pocos
referentes para identificar a qué se refieren tales conceptos más allá de
nuestra propia experiencia ante tal emoción. Por lo anterior, podemos afirmar
que, hoy en día, sigue siendo necesario preguntar: ¿qué son las emociones? Ya
que hasta ahora no hay una única definición para el término, más bien se ha
optado por utilizar categorías de emociones en lugar de una sola clasificación
para cada uno de los sentires, porque, de esta manera, se permite a la persona
establecer jerarquías, asociaciones y nuevas configuraciones para los estados
emocionales que le vayan apareciendo.
Además,
se ha observado que no basta la explicación de una sola de las áreas, por
tanto, es necesario realizar una recomposición que englobe las perspectivas
disciplinares para reestructurar la visión Clásica de las emociones que se
sigue aprendiendo por algunos profesionales e investigadores, a fin de evitar
que se vea a estos estados como unos hechos aislados y simples que pueden ser
circunscritos a hechos lejanos de la existencia del humano que se enfrenta a
tales condiciones. Y, en ese sentido, la propuesta sartriana nos permite
observar que somos sujetos que modificamos lo que sentimos de manera constante
como resultado de las reacciones que se nos aparecen en nuestra condición
existencial. Para Sartre es imperativo atender las condiciones en que la emoción
se presenta, considerando que es el hombre quien actúa en el mundo de manera
uniforme, es decir, no hay fragmentos de los humanos que actúan de manera
separada o aislada (Vásquez Rocca, 2013).
Por
este motivo, si suponemos que somos sujetos pasivos, que únicamente poseen un
conjunto delimitado a tres, seis u ocho reacciones bien definidas, se estaría
obviando la complejidad con la que podemos responder ante una circunstancia
parecida a la que generó la primera sensación, o por qué cambian las emociones
ante reacciones que podrían suponerse como semejantes, por ejemplo, los efectos
que producen la furia o el miedo en una situación límite o en un parque de
diversiones. Con esto no pretendemos decir que todas las propuestas actuales,
psicológicas y neurológicas, mantengan los mismos problemas plateados por
Sartre, sin embargo, notamos que algunas de las problemáticas podrían
beneficiarse de las reflexiones filosóficas, por ejemplo, la Teoría de las
Emociones Construida de Feldman podría auxiliarse de la fenomenología para
complementar su explicación de los estados emocionales.
Dicho
lo anterior, Feldman (2019) se aproxima en su texto a una metodología
fenomenológica, aunque omite decir que se trata de esta herramienta, propone un
ejercicio sencillo con el que podemos observar las aplicaciones del método
fenomenológico. En él se observa que nuestro cerebro genera simulaciones para
adecuarse a lo que aparece en el mundo, por ejemplo:
pensemos en la última vez que
alguien nos ha dado una manzana roja y jugosa. La hemos tomado, le hemos dado
un bocado y hemos saboreado su acidez. En esos momentos, se estaban activando
neuronas de las regiones sensoriales y motoras del cerebro… cuando el lector ha
leído la palabra “manzana”, su cerebro ha respondido, en cierta medida, como si
hubiera una manzana presente (Feldman, 2019, p. 13).
Con
este experimento mental, Feldman demuestra que en gran medida aquello que
oímos, tocamos, saboreamos y olemos son simulaciones del mundo, no sólo
reacciones ante él, cada uno imaginó la manzana, el color, la sensación al
morderla, el sabor y, tal vez, hubo alguna vivencia relacionada con este
concepto y el pasado existencial de cada uno de los que leímos el ejercicio. Y,
esto que acabamos de vivir es un fenómeno, no un hecho, ya que se pueden sentir
las reacciones ante las palabras e incluso percibir sonidos o sabores, sin
embargo, se tornan incomunicables e irrepetibles, incluso si se leyera
nuevamente el ejercicio propuesto por Feldman, la apreciación sería sabiendo lo
que va a ocurrir y con un proyecto que fundamentaría el nuevo fenómeno.
Asimismo,
podemos señalar un segundo experimento consistente en la identificación de la
imagen 1. Como se observa, hay muchas posibles interpretaciones que se pueden
dar sobre la condición emocional de la persona seleccionada, sin embargo, son
insuficientes para comprender de manera efectiva qué es lo que está sintiendo o
bien dar una explicación consistente, se invita a revisar el Anexo 1, para
reinterpretar la fotografía.
Imagen 1.
Fragmento de El Verano
Fuente:
Couleur, 2023.
No
obstante, consideramos que, aunque los ejercicios son adecuados para mostrar
las maneras en que nuestro cerebro, nosotros mismos, realizamos simulaciones
activas de aquello que nos aparece en el mundo, es un ejemplo limitado para
exponer lo que ocurre cuando hablamos de emociones tal como lo menciona Sartre:
Ahora
podemos comprender los motivos de la desconfianza del psicólogo hacia la
fenomenología. La precaución inicial del psicólogo consiste en efecto en
considerar el estado psíquico de tal forma que le despoje de toda
significación. Para él, el estado síquico es siempre un hecho y, como tal,
siempre accidental (Sartre, 2015, p. 6).
Es
decir, si entendemos las emociones como hechos aislados de toda significación
producida por el contexto en que cada uno de los individuos se orienta, esta
investigación resultaría en una acumulación, más que en una comprensión de lo
que ocurre en cada uno de los estados analizados. Es aquí donde entra la labor
de la práctica fenomenológica, pues es esta corriente filosófica la que centra
su reflexión en la significación, más que en el accidente, y por tanto nos
permite orientar los hechos encontrados para comprender el fenómeno como tal.
En
caso contrario a la propuesta sartriana, si para la práctica psicológica, y
ahora neurológica, se da por hecho que las emociones no significan nada, que se
interpretan como hechos aislados de todo lo demás, entonces se estaría hablando
de emociones inhumanas, muertas, que poco o nada tienen que ver con los humanos
a los que pretenden significar.
Por
estas razones, podemos considerar que Sartre retoma de la fenomenología de
Husserl el principio de intencionalidad de la conciencia (“la conciencia
siempre es conciencia de algo”) a fin de explicar su propuesta para la
comprensión de las emociones, pues las teorías psicológicas, desde entonces y,
como se puede ver, ahora en la neurociencia, se encuentran enmarcadas en la
propuesta intelectualista Clásica, siguiendo a Feldman, que mencionamos
anteriormente, y están impedidas para observar la corriente vital donde
aparecen los estados emocionales, limitándose a observar al humano desde una
posición distinta de la que realiza de manera cotidiana, más semejante a un
objeto (Vásquez Rocca, 2013).
Es
aquí donde encontramos la participación que se podría realizar a la luz de la
propuesta fenomenológica de Sartre en los hallazgos de la neurocientífica Lisa
Feldman, ya que ambos llegan a una interpretación semejante, las emociones
deben ser interpretadas como una corriente de hechos y no de manera aislada.
Por tanto, las metodologías fenomenológicas serían de utilidad en la búsqueda
de significación de las emociones, mientras que el aislamiento nos permitiría
analizar de qué se componen sin ser el eje fundamental para su definición.
Dice
Feldman (2019, p. 65) que nuestros “conceptos familiares de las emociones están
‘incorporados’ porque hemos crecido en un contexto social concreto donde esos
conceptos son significativos y útiles”. No obstante, comenta que para la
construcción social ha resultado irrelevante la biología para comprender las
emociones, cuestión que supone un ensimismamiento dentro de las disciplinas del
pensamiento humano, dado que cada una ha optado por el estudio de hechos
aislados sin la relación ni con la vida humana, ni con otras disciplinas que,
en otras palabras, se han concentrado en la acumulación del conocimiento, no en
la búsqueda del significado como propone la fenomenología.
Dicho lo
anterior, nuestra propuesta considera que es urgente y necesario comenzar a
reelaborar vínculos dentro de las disciplinas que nos permitan salir de estos
diálogos cerrados, pues muchas áreas dependen de más de la interpretación de
las emociones que de la búsqueda de los elementos que las componen, por
ejemplo, la docencia, la psicología, la ética, la informática, por mencionar
algunas.
Finalmente,
concluiremos, en este trabajo se ha elaborado una explicación de la Teoría de
las Emociones Construida de Lisa Feldman, después se ha mostrado en qué
consiste la propuesta de interpretación fenomenológica de Jean Paul Sartre y,
para concluir, se ha mostrado de qué manera puede participar la filosófica para
colaborar con otras disciplinas. En específico, en los trabajos de la neuróloga
Lisa Feldman, o bien, para la participación de la fenomenología en actividades
ligadas a los estudios científicos actuales relacionados a la interpretación.
Ahmed, S. (2019). La promesa de
la felicidad. Una crítica cultural al imperativo de la alegría. Buenos
Aires: Caja Negra.
Aprendemos Juntos 2030 (2021, 13 de
septiembre). Versión Completa. La neurociencia de las emociones. Marian
Rojas-Estapé, psiquiatra y escritora. https://www.youtube.com/watch?v=TjqrualxgkI
Cabrera, C., y Szeftel, M. (Eds.)
(2021). Fenomenología de la vida afectiva. Buenos Aires: SB Editorial.
Couleur (2023). El Verano. Niños jugando. Pixabay. https://pixabay.com/es/photos/jugar-ni%c3%b1os-el-verano-libertad-5134828/
Ehrenreich, B. (2012). Sonríe o
muere. La trampa del pensamiento positivo. México: Editorial Turner.
Feldman, L. (2019). La vida
secreta del cerebro. Barcelona: Paidós.
Reyes-Pérez, O. de J. (2019).
Análisis y comentarios en torno al Bosquejo para una teoría de las emociones de
Jean Paul Sartre. Ciencia y Mar, XXIII(68), 39-48.
Sartre, J. P. (2015). Bosquejo
de una teoría de las emociones. Madrid: Alianza Editorial.
Vásquez, A. (2013). Sartre: Teoría
fenomenológica de las emociones. Existencialismo y conciencia posicional del
mundo. Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas, 36(4),
339-351. https://doi.org/10.5209/rev_NOMA.2012.v36.n4.42320
Fuente:
Couleur, 2023.